martes, febrero 01, 2005

Prueba superada

Eran cerca de las 7 de la noche cuando llegué con mis tíos a Quito, bajé del bus sin abrigo porque sentía fresco antes que frío. Cuando llegamos a la casa de mi tía en Luluncoto dejamos las maletas. Nos sentamos en la mesa a conversar cuando de repente sentí un frío por todo el cuerpo, los oídos se me taparon, empezaba a ver amarillo y a sentirme débil. Mi tía se dio cuenta de lo que me estaba pasando y le pidió a mi tía quiteña que prepare un canelazo. Lo tomé y a los pocos minutos estuve bien. Esa fue la primera vez que se me bajó la presión en Quito. Regresaba a los casi 6 años, tenía 11. Desde ahí las veces que he viajado a Quito he sufrido de bajas de presión, las ciudades altas me provocan eso (también cuando tengo mucho miedo o me agito demasiado). Seguía viajando a pesar de seguir sintiendo bajas de presión, eso sí, siempre acompañada de caramelos y perfume, aún así esa sensación de que se te desprende la vida es horrible, desesperante, siento como que se me va el alma y poco a poco me apago y es una lucha porque me empiezo a sentir débil y no tengo fuerzas para meterme el caramelo en la boca o ponerme perfume cerca de la nariz, quiero estar bien pero el cuerpo no me deja.
La última vez que fui a Quito fue hace 8 años. La verdad es que no quería volver. He seguido viajando a la sierra, Ambato sobre todo, en carnaval, y no la he pasado tan mal. Aunque mi mamá logró crear como un trauma en mí porque siempre que estamos por allá me pregunta a cada momento si estoy bien, si me siento bien y al rato ya estoy que me desmayo.
El domingo viajé a San José de Puembo, cerca de Quito, con los compañeros de la empresa en donde trabajo. La verdad es que tenía miedo de sentirme mal en el viaje porque no quería que nadie se asuste (mucho menos yo). Pensé en no ir pero la asistencia era obligatoria y las bajas de presión no podían ser excusa. “OK, voy, pero mi salud es responsabilidad de la empresa” le dije a mi jefe.
Compré una funda de caramelos, de pasas, un menticol y un termo para llevar café caliente. Sólo me comí cuatro caramelos y eso por golosa y unas cuántas pasas como burlándome de la presión, pero no fue necesario más. No tuve problemas en ningún momento del viaje o la estadía, nadie pasó sustos por mí. Claro que no podía agitarme porque de ley que me desmayaba pero pude superar ese miedo de volver a Quito. Y descubrí un remedio más efectivo que las pasas, recordar momentos agradables, casi todo el tiempo estuve haciéndolo y funcionó, sobre todo en la carretera, cuando se empieza a sentir la altura. Creo que esto de la presión es psicológico, he pensado en algún momento recibir tratamientos de hipnosis para ver si se me cura definitivamente (aunque mi tía diga que estoy loca), después de este viaje estoy más convencida de que puede funcionar. Esta prueba fue superada!, pero eso no quiere decir que ahora voy a ir Quito a participar en maratones!!!, todo a su tiempo. Espero que el próximo viaje sea igual o mejor, tengo unos amigos en Quito a quienes quisiera volver a ver y me encantaría que la presión ya no sea excusa.

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