martes, julio 06, 2004

Recordando a dos amigos

Anoche, antes de acostarme, recordé a dos amigos que murieron el año pasado. A Lilibeth, que murió en mayo y a Darko, que partió en octubre.
Estaba en clases de Ingeniería Económica cuando me llega un mensaje de Isora al celular: "Dice Kelly que anoche falleció Lilibeth Fonseca. La están velando en los Jardines de la Esperanza. Lo siento mucho.".
... Lilibeth tenía 16 años entonces, la conocí en el asilo, al igual que a Darko. Ella era mi ayudante en mi cargo como encargada de comunicaciones, era mi mano derecha. Siempre se alegraba al verme!. Pequeña, delgada, blanca, cabello largo, era una muñequita. Y yo alta, grande... a su lado parecía su hermana mayor. La última vez que la vi fue en el ataúd, nunca le pude decir lo mucho que la había llegado a querer. Unos meses antes, fui a visitarla para saber que tal le había ido en su operación. Conversamos mucho, y le obsequié un reloj con una virgen. Ella estaba feliz. Esa conversación y las muchas veces que me ayudó arreglando el ambiente del asilo son los únicos recuerdos que tengo de ella. No sé porque nunca me tomé una foto con ella, yo que siempre andaba con una cámara captando los buenos momentos que pasabamos con los abuelitos. Nunca imaginé que su vida se apagaría tan rápido.
Sabía que Don Darko estaba enfermo. Me levanté casi al mediodía porque tenía clases en la tarde. Había soñado con él y estaba decidida a decirle a Kelly que faltemos a clases para ir a verlo. Estaba segura que no me iba a decir que no. Estaba viendo el noticiero cuando me llega un mensaje al celular:"Silvia, falleció Don Darko a las 10 am. Lo estan velando en los Jardines de la Esperanza. Anda forma para ir después de clases. Kelly.". Otra vez una noticia triste por el teléfono.
... Darko era un abuelito asilado, era extranjero, exactamente no recuerdo de dónde. Alto, blanco, grande, de cabellos plateados, ojos de un azul intenso. Se notaba que tenía posibilidades económicas. La última vez que lo ví sonreía. Había tenido la oportunidad de darle la mano al fundador del MVC, Luis Fernando Figari. Si hubiera podido, hubiera brincado de felicidad. Pero la artritis, la edad y la debilidad de su cuerpo lo impedía. Pero no dudo que su espíritu haya dado todos los brincos que quiso. Recuerdo que en un cumpleaños le regalé una tarjeta, la había encontrado entres mis cosas, estaba un poco amarilla y tenía tres huecos hechos por las polillas, no tenía dinero así que decidí sinverguenzamente obsequiarsela. El estaba contentísimo, me dijo que había sido el mejor regalo. No creo que haya sido infeliz, los chicos del Movimiento se encargaron de hacer menos tristes sus últimos días...

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